La enfermedad en la Edad Media
Inquieta la cabeza que lleva la Corona', Shakespeare, Rey Enrique IV, Parte 2.*
Sobre todo cuando la cabeza está repleta de piojos, como relató Adam de Usk cuando asistió a la coronación del rey Enrique IV el 13 de octubre de 1399.
La aflicción del rey Enrique era habitual en la época medieval, y los piojos no respetaban en absoluto el estatus social.
En la Edad Media, la suciedad era una realidad para todas las clases sociales. Los pueblos y las ciudades estaban sucios, las calles eran cloacas abiertas, no había agua corriente y los conocimientos sobre higiene eran inexistentes. El estiércol, la basura y los cadáveres de animales se arrojaban a ríos y acequias, envenenando el agua y las zonas vecinas. Pulgas, ratas y ratones prosperaban en estas condiciones. De hecho, este era el entorno perfectopor la propagación de enfermedades infecciosas y la peste: la Peste Negra acabaría con más de la mitad de la población de Inglaterra entre 1348 y 1350.
Ver también: Monumento Nacional de EscociaComo en la Edad Media no se conocían los gérmenes ni cómo se propagaban las enfermedades, la Iglesia explicaba la enfermedad como un "castigo divino" por llevar una vida pecaminosa.
Entre las enfermedades más comunes en la Edad Media se encontraban la disentería ("el flujo"), la tuberculosis, la artritis y la "enfermedad del sudor" (probablemente gripe). La mortalidad infantil era elevada y el parto era arriesgado tanto para la madre como para el niño.
Los juncos y las hierbas que se utilizaban para cubrir el suelo planteaban un verdadero problema de higiene. Mientras que la capa superior podía sustituirse, el nivel inferior se dejaba a menudo pudrir. Como señalaba Erasmo:
" Los suelos son, en general, de arcilla blanca, y están cubiertos de juncos, renovados de vez en cuando, pero de forma tan imperfecta que la capa inferior queda intacta, a veces durante veinte años, albergando expectoración, vómitos, orines de perros y hombres, excrementos de cerveza, restos de pescado, y otras abominaciones que no conviene mencionar."
La falta de higiene de la población medieval provocaba terribles afecciones cutáneas. La gente pobre se lavaba con agua fría, sin jabón, por lo que se evitaban las infecciones. Las enfermedades cutáneas más desfigurantes solían clasificarse como lepra y, de hecho, la lepra, causada por la bacteria micobacteria lepra Ataca y destruye las extremidades del cuerpo, en particular los dedos de los pies y de las manos, y a veces la nariz.
(En la imagen de la derecha: Richard de Wallingford, abad de St Albans; su rostro está desfigurado por la lepra).
La lepra no era la única enfermedad que podía afectar a alguien de esta manera: la aflicción conocida como Fuego de San Antonio también podía provocar gangrena y convulsiones. Esta afección estaba causada por un hongo, el cornezuelo, que crece en el centeno. Cuando el grano se molía para hacer pan, las personas que lo comían se envenenaban.
Las enfermedades de transmisión sexual, como la sífilis, eran comunes en todas las clases sociales. Los síntomas incluían antiestéticas erupciones cutáneas, ataques recurrentes de fiebre, ceguera, enfermedades mentales y, en última instancia, la muerte.
Mientras los pobres tenían que conformarse con remedios tradicionales a base de hierbas y supersticiones para curar sus dolencias, los ricos podían permitirse pagar a médicos.
El éxito de cualquier tratamiento dependía en gran medida de la suerte; de hecho, muchas de las "curas" nos parecen bastante extrañas hoy en día.
Estaba muy extendida la creencia de que el cuerpo tenía cuatro "humores" y que si éstos se desequilibraban, se enfermaba. La orina del paciente se utilizaba para determinar si efectivamente había un desequilibrio. Las hemorragias (con o sin sanguijuelas), la sudoración y los vómitos provocados eran los remedios preferidos para reequilibrar los humores.
Incluso el deporte principesco de las justas no estaba exento de peligros, y no sólo de miembros rotos. Por ejemplo, se cree que el rey Enrique IV sufrió convulsiones, quizá como consecuencia de los repetidos golpes recibidos en la cabeza mientras justaba en su juventud.
Ver también: El juego de los ConkersLas cruzadas también podían ser perjudiciales para la salud: heridas, infecciones, enfermedades y huesos rotos eran sólo algunos de los peligros que había que afrontar en Tierra Santa.
Si un desafortunado paciente requería una operación o amputación, ésta era llevada a cabo por un "cirujano", a menudo carnicero o barbero de oficio, y se realizaba sin anestesia. Como los instrumentos no estaban esterilizados, las infecciones postoperatorias solían ser mortales.
Un recuerdo de los horrores de la cirugía medieval sobrevive hasta nuestros días: el poste de barbero rojo y blanco que tradicionalmente se encuentra fuera de una barbería data de la Edad Media. Su franja roja representa la sangre derramada y la blanca, las vendas utilizadas durante una operación.
*En este punto de la obra de Shakespeare, Enrique IV, enfermo, enfrentado a la rebelión y con todas las responsabilidades de la realeza, siente las inseguridades de su corona.